No se trata de cuántos años tienes, sino de si te animas a hacerte preguntas incómodas. Hay quienes llevan décadas viviendo sin detenerse a pensar si la vida que tienen es la que realmente eligieron, o si solo han seguido lo que se esperaba de ellos. Madurez no es cumplir años, es detenerse y preguntarse: ¿esto que estoy viviendo lo decidí yo o solo lo acepté sin pensar?
Y lo he vivido. He seguido patrones sin cuestionarlos. Como cuando me dejé llevar por la idea de que el trabajo duro siempre es lo más importante, de que si no sacrificas tu tiempo, no estás logrando nada. Me convencí de que era normal sentirme agotada y vacía por estar siempre ocupada. No me pregunté si era realmente lo que quería. Estaba tan enfocada en cumplir con lo que la sociedad dice que es "el camino correcto" que olvidé preguntarme: ¿esto es lo que quiero para mí?
O como aquella vez en que traté de ser la persona que todo el mundo necesitaba, de estar disponible para todos, de cumplir con expectativas ajenas. Me perdí a mí misma en ese intento de agradar. Y mientras trataba de responder a todo lo que se esperaba de mí, fui desconectándome de lo que yo necesitaba. Ahí fue cuando me pregunté: ¿realmente esto lo elegí yo?
El cuestionarse, aunque a veces incomode, es la única manera de empezar a vivir de forma más auténtica, más alineada con lo que realmente somos. Porque solo cuando nos atrevemos a preguntarnos, comenzamos a elegir lo que realmente queremos para nuestra vida.
O como aquella vez en que traté de ser la persona que todo el mundo necesitaba, de estar disponible para todos, de cumplir con expectativas ajenas. Me perdí a mí misma en ese intento de agradar. Y mientras trataba de responder a todo lo que se esperaba de mí, fui desconectándome de lo que yo necesitaba. Ahí fue cuando me pregunté: ¿realmente esto lo elegí yo?
El cuestionarse, aunque a veces incomode, es la única manera de empezar a vivir de forma más auténtica, más alineada con lo que realmente somos. Porque solo cuando nos atrevemos a preguntarnos, comenzamos a elegir lo que realmente queremos para nuestra vida.
1. ¿Cuánto de mi sufrimiento viene de seguir reglas que nunca cuestioné?
Hay dolores que no elegimos, pero también hay otros que nacen de seguir reglas que ni siquiera sabemos de dónde vienen. Como esa idea de que siempre tienes que estar disponible, que primero debes hacer todo por los demás y luego, si sobra tiempo, te ocupas de ti. O que no puedes hacer enojar a nadie, que tienes que ser siempre el "bueno" o la "buena". Estas son reglas invisibles, heredadas, que muchas veces ni siquiera cuestionamos.Lo sé bien, porque también me ha pasado. Como cuando pensaba que "si no contestaba rápido los mensajes, iba a parecer desinteresada". O cuando me decía "debo ayudar a todos, aunque me sienta agotada, porque si no, ¿quién lo va a hacer?". O cuando creía que "si me enojaba, ya no serías una buena amiga", y me tragaba el malestar por no querer perder la imagen de la persona tranquila, que nunca pierde la compostura.
Lo que aprendí es que muchas veces no se trata de sanar lo que nos duele, sino de empezar a preguntarnos si realmente elegimos seguir esas normas, o si simplemente las heredamos, sin cuestionarlas. Hoy, me pregunto más: ¿realmente quiero seguir sacrificando mi tiempo y energía solo para cumplir con expectativas ajenas? ¿Realmente elegí seguir el guion que me fue impuesto, o simplemente lo acepté por costumbre? Es momento de reescribir esas normas, de cuestionarlas, de dudar si realmente las elegimos o si las heredamos sin filtro.
Pero, ¿y tú? ¿Qué es calidad de vida para ti? ¿Tener bienes materiales, más ropa, más tecnología, más cosas para mostrar? ¿O, tal vez, tener más tiempo real para ti? ¿Dormir bien, sin la presión de estar siempre en modo rendimiento? ¿O dejar de estar tan pendiente de lo que otras personas piensan, y empezar a vivir en paz con lo que haces, con lo que eliges, con lo que necesitas?
Lo importante es saber que la calidad de vida no es algo que otras personas puedan definir por ti. No se mide por el lugar que ocupas en redes, ni por lo que se espera que consigas según las reglas del sistema. Es una decisión personal. Y si no la tomas tú, alguien más lo hará: la presión social, los discursos de éxito, las expectativas que no te representan. Lo que para muchos puede ser un “logro”, para ti puede ser una fuente de desgaste. Y eso también se vale preguntarlo: ¿realmente quieres seguir viviendo desde ese lugar?
No se trata de tener todas las respuestas, ni de cambiar de un día para otro. Se trata de empezar a tomar decisiones desde un lugar más consciente, de reconocer lo que realmente necesitamos y dejar ir lo que ya no nos sirve. No es fácil, pero es el primer paso hacia la libertad de vivir de acuerdo a lo que realmente somos, sin actuar solo para encajar o para cumplir con lo que se espera.
Al final, lo único que importa es que tú estés eligiendo lo que realmente te llena. Que no vivas en piloto automático, sino con conciencia y propósito. Si te atreves a preguntarte, a cuestionarte y a tomar las riendas de tu vida, ya estás empezando a vivir diferente.
Lo que aprendí es que muchas veces no se trata de sanar lo que nos duele, sino de empezar a preguntarnos si realmente elegimos seguir esas normas, o si simplemente las heredamos, sin cuestionarlas. Hoy, me pregunto más: ¿realmente quiero seguir sacrificando mi tiempo y energía solo para cumplir con expectativas ajenas? ¿Realmente elegí seguir el guion que me fue impuesto, o simplemente lo acepté por costumbre? Es momento de reescribir esas normas, de cuestionarlas, de dudar si realmente las elegimos o si las heredamos sin filtro.
2. ¿Mi vida se parece a lo que realmente necesito?
La sociedad siempre va a gritar que la calidad de vida se mide por lo que se consume, por cuánto se produce, por estar en movimiento constante. Nos venden la idea de que si no estás “haciendo algo” todo el tiempo, estás perdiendo el tiempo. Y nos meten en la cabeza que la vida se trata solo de trabajar, consumir y aparentar.Pero, ¿y tú? ¿Qué es calidad de vida para ti? ¿Tener bienes materiales, más ropa, más tecnología, más cosas para mostrar? ¿O, tal vez, tener más tiempo real para ti? ¿Dormir bien, sin la presión de estar siempre en modo rendimiento? ¿O dejar de estar tan pendiente de lo que otras personas piensan, y empezar a vivir en paz con lo que haces, con lo que eliges, con lo que necesitas?
Lo importante es saber que la calidad de vida no es algo que otras personas puedan definir por ti. No se mide por el lugar que ocupas en redes, ni por lo que se espera que consigas según las reglas del sistema. Es una decisión personal. Y si no la tomas tú, alguien más lo hará: la presión social, los discursos de éxito, las expectativas que no te representan. Lo que para muchos puede ser un “logro”, para ti puede ser una fuente de desgaste. Y eso también se vale preguntarlo: ¿realmente quieres seguir viviendo desde ese lugar?
3. ¿Estoy actuando para encajar o eligiendo desde lo que soy?
Cuesta reconocerlo, pero muchas veces las decisiones que tomamos no nacen del deseo propio, sino de la necesidad de encajar, de agradar, de no incomodar. De buscar validación, aunque eso signifique alejarse de lo que se siente honesto. Vivimos pensando en cómo se va a ver desde afuera: si alguien lo va a aplaudir, si va a parecer suficiente, si encaja con lo que se espera. Y así, sin darnos cuenta, empezamos a actuar. No a vivir, a actuar. A sostener versiones de nosotros que suenan bien, que lucen bien, pero que no nos representan del todo. Y ese tipo de actuación agota. Es silenciosa, pero desgasta. Crea ansiedad, ruido interno, distancia con uno mismo. Porque fingir pesa. Y mantener una imagen que no nace de lo auténtico, también. Ser una misma persona por dentro y por fuera da miedo. Es incómodo. Pero también es libertad. Y no hablo de una libertad perfecta ni constante. Hablo de esa sensación de paz que aparece cuando dejas de demostrar y empiezas a elegir.No se trata de tener todas las respuestas, ni de cambiar de un día para otro. Se trata de empezar a tomar decisiones desde un lugar más consciente, de reconocer lo que realmente necesitamos y dejar ir lo que ya no nos sirve. No es fácil, pero es el primer paso hacia la libertad de vivir de acuerdo a lo que realmente somos, sin actuar solo para encajar o para cumplir con lo que se espera.
Al final, lo único que importa es que tú estés eligiendo lo que realmente te llena. Que no vivas en piloto automático, sino con conciencia y propósito. Si te atreves a preguntarte, a cuestionarte y a tomar las riendas de tu vida, ya estás empezando a vivir diferente.
¿Te acompañó este post? Puedes hacérmelo saber.